El Commodore 64 en España


Contextualizamos históricamente el papel de un microordenador infravalorado en todos los sentidos, y que muchos consideran el mejor de 8 bits
Por Bieno Martí y Jaime González
Fue Microelectrónica y Control (uEC) quien distribuyó en España la marca Commodore desde finales de los 70. Primero importaron los famosos PET, ordenadores de sobremesa y pioneros en el todo en uno (ordenador, monitor y lector de cintas integrados en una misma carcasa). Años más tarde, ya en 1981, trajeron el VIC-20, un ordenador de gran éxito en Estados Unidos gracias a su expansibilidad, robustez y precio, siendo el primer microordenador en alcanzar la cifra del millón de unidades vendidas. Recordemos que Jack Tramiel, presidente de Commodore por entonces, hizo una jugada maestra comprando MOS technologies, una fábrica de integrados con la que tenía el control de la fabricación de estos, y no dependía de otras empresas, lo que repercutía en el precio final de sus ordenadores respecto a la competencia.
Al VIC-20 le sustituyó el que inicialmente se denominó VIC-40, con 64Kb de memoria y chips dedicados de gráficos y sonido que aliviaban al procesador. Su nombre final fue Commodore 64, un ordenador que salió en Estados Unidos a finales del 82 y que Microelectrónica y Control comenzó a traer aquí a principios de 1983. El C64 se comenzó a vender en territorio nacional por 110.000 pesetas en su lanzamiento (650 €), aunque entrados los años 90 había bajado a menos de 20.000 pesetas (130 €), acompañado de muchos extras.

Camelot Warriors (Ópera Soft/Dinamic, 1985)
uEC dispuso de la exclusiva para vender productos de Commodore hasta 1987, año en el que la marca americana se instaló de forma oficial en España y tomó el control absoluto de sus productos, coincidiendo con el comienzo de la andadura del Commodore Amiga 500.
El software
Una de las armas con las que un ordenador se publicita y tiene éxito es su software; y los principios, como siempre, fueron un campo de pruebas para muchas compañías que comenzaban, sabían que esto era el futuro y veían el sector de la informática como una gran oportunidad de negocio. Las que vieron el filón obtuvieron grandes ganancias en un negocio en el que había que meterse en el momento oportuno.

El edutainment en castellano fue muy popular a principios de los 80: Idealogic nos trajo el primer título de la serie Snooper Troops, traducido como Profesión: Detective
Fueron varias las distribuidoras que mostraron su apoyo y lanzaron títulos que de alguna manera venían traducidos: a veces solo las instrucciones, y otras también los mismos textos del programa o juego. Estos principios fueron caldo de cultivo para los programas educativos y las utilidades. Había software didáctico, sobre todo de origen estadounidense, para aprender de todo lo que podamos imaginar. Idealogic importó y tradujo los juegos de Spinnaker y Fisher Price (Teclas divertidas, El Rancho, Compulandia o Salta y Suma) y uEC se concentró en programas más serios de aprendizaje de matemáticas, historia, química o divulgación técnica. Indescomp desarrolló su propia rama de utilidades, algunas en disquette, algo poco común entonces. Así pudimos disfrutar de programas de edición de música, de contabilidad, lenguajes de programación diferentes al Basic o bases de datos, la mayoría multicarga e imposibles de gestionar desde el datassette.
En el ámbito más lúdico se apuntaron aún más empresas, que ofrecían mayoritariamente material americano o inglés. uEC importó los juegos de la propia Commodore, Poke los de Alligata, Indissoft los franceses de Loriciels, Idealogic los de Epyx, Accolade y Creative Sparks, y ABC Soft los de Ultimate. Y eso por no citar los catálogos de Compulogical, Micro Byte o Zafiro, o el de otros actores más o menos implicados como Ventamatic, Indescomp/Microbyte, KRK Import, Mind Games España, System 4 España, Software España, Hard-Micro, Megsoft, Proein, ICOSA o Ferré-Moret. Más adelante, cuando el parque de ordenadores ya había crecido, empresas como Erbe, Serma, MCM o Dro Soft ahogaron a las distribuidoras más pequeñas. Estas compañías traían todo lo que podían, traduciendo solo las instrucciones, publicando en formatos más económicos para abaratar costes y ofreciendo sus productos a precios más económicos.

Carátula de Army Moves en la edición norteamericana de Thunder Mountain
En cuanto a software nacional, es un hecho que se hizo poco para Commodore 64. Compañías como Dinamic, Topo Soft, Zigurat, Made in Spain u Ópera Soft no estaban preparadas para programar para el C64. No había muchos programadores que dominaran el procesador 6502, el corazón del C64, pero sí abundaban los que conocían el Zilog Z80 con el que se poblaba la competencia, los ZX Spectrum, Amstrad CPC y MSX, y desde donde, muchas veces, la versión de Spectrum se portaba a las otras con cierta facilidad. Sin embargo, para convertir el juego a C64 había casi que comenzar desde cero, así que no veían rentable tanto trabajo para un solo sistema. En todo caso, Dinamic fue la que más apostó por Commodore con títulos como Army Moves, Phantis, Game Over, Freddy Hardest y sus aventuras de texto del sello AD, aunque algunos de esos títulos fueron en realidad realizados por programadores ingleses de Imagine (Army Moves, Game Over), y solían subcontratar las melodías a Maniacs of Noise.


Phantis (Dinamic, 1987) y Jabato (Aventuras AD, 1989), que hace gala de un gran sentido del humor
Además, los juegos españoles para Commodore 64 suelen criticarse por su dificultad y falta de jugabilidad. Las excepciones, los que reciben halagos en páginas como Lemon 64, son Budokan de Pablo Toledo y Antonio Moreno (Electronic Arts, 1991), que llegó a recibir un 92% en la Zzap! de abril de 1992 y un 88% en la Commodore Force de enero de 1993; Livingstone Supongo de José Antonio Morales (Ópera Soft, 1987); Navy Moves de Luis Mariano García y Jorge Azpiri (Dinamic, 1989), que se llevó un 77% en la Commodore User de 1989; el Camelot Warriors que Ópera hizo para Dinamic (Dinamic, 1987), y que se llevó un 73% en la Commodore User de enero de 1989; Mega Phoenix de Fernando Jiménez (Dinamic, 1991), o las adaptaciones que Pedro Ruíz hizo del Fred de Made in Spain (Indescomp, 1984), que alcanzó cuatro puntos sobre cinco en la Home Computing Weekly de octubre de 1984, o Booga-Boo (Quicksilva/Indescomp, 1984), que se llevó cinco de cinco entrellas en marzo de 1984 en Home Computing Weekly, y un ocho sobre diez en la Computer & Video Games de abril de 1984.


Booga-Boo (La Pulga) (Indescomp/Quicksilva, 1984) y Mad Mix Game/Pepsi Challenge (Topo Soft, 1988)
De esta forma tan escueta se resume la producción española de videojuegos para Commodore 64 durante la década de 1980: es casi trágico que entre cinco o seis programadores, dos de Ópera (Pedro Ruíz y José Antonio Morales), más Pablo Toledo, Luis Mariano García, Fernando Jiménez o Jesús Medina, se condense lo más destacable de la cosecha. No en vano, en una entrevista para el número de uno de Fanzine (julio de 1992), Pablo Toledo respondía a la pregunta de ¿qué ordenador no debería haber aparecido nunca? con “Spectrum, MSX, Amstrad”. Todos los recursos se habían volcado en los microordenadores que montaban el procesador de Zilog.

Budokan – The Martial Spirit (Dro Soft/Electronic Arts, 1989)
Literatura
El Commodore 64 siempre tuvo un parque de ordenadores mayor de lo que comúnmente se cree o se ha escrito, y solo hace falta ver la cantidad de publicaciones que había en la época para darse cuenta de ello. No solo se editaron innumerables libros, como los famosos que Data Becker importó y tradujo, sino que muchas otras editoriales hicieron lo propio, mayoritariamente americanas, inglesas y alemanas. Pero el grueso de las lecturas se componía de multitud de revistas que se editaban aquí y que se adquirían en los quioscos o por correo. Podíamos encontrar las primeras que la propia Microelectrónica y Control distribuía como Club Commodore, las Input Commodore (con un total de 22 números), las Commodore World (66 números), las Commodore Magazine (40 números), las Lenguaje Máquina (10 números), las Tu Micro Commodore (32 números) y otras que venían acompañadas con software, por el que en ocasiones no pagaban derechos, y que inundaban esos quioscos a los que nos acercábamos con ojos como platos. Las más importantes fueron las Commodore Soft Magazine (7 números), las Commware 2000 (3 números), las Load'n'Run (16 números), las STARS Commodore (10 números), el Curso de Vídeo Basic (20 números), las Your Computer 64 (7 números), las Commodore Tape Computing (5 números), las Video Commodore (18 números), las Data Commodore (5 números) o las Full Games. Todo un abanico para que fuera imposible no tener software si disponías de un C64. Como curiosidad, muchas de las cintas que incluían software ilegal venían de Italia, donde las leyes eran igual de laxas y donde vendían aquellos juegos como propios sin ningún tipo de reparo.

Había una cita ineludible todos los meses: la que tenías con el quiosquero
El hardware
Commodore fue una de las compañías que más apoyaba a sus máquinas con multitud de interfaces que se conectan a cualquiera de sus puertos de expansión. Por si esto no fuera suficiente, otras empresas hicieron lo propio y aportaron un abanico impresionante que complementaba, o copiaba de forma más económica, las versiones oficiales. Se podía escoger entre multitud de monitores diferentes, impresoras, módems y todo tipo de cartuchos y accesorios para componer música, como teclados independientes o que encajan encima del propio ordenador, y hasta cartuchos con salida MIDI.
Las expansiones más populares eran las que permitían hacer volcados de programas o acceder a la RAM e investigar dentro de ella, como el Final Cartridge o el Epyx Fast Load. Para crear gráficos existían lápices ópticos, tabletas para dibujar (la Koala Pad es la más conocida) y ratones, y para almacenar datos se podía optar entre lectores de cinta, unidades de disco, las REU (Ram Expansion Unit) o los más raros Quick Data Drive. Para jugar se podía y se puede elegir entre joysticks (normalmente digitales) o paddles (analógicos).
Actualidad
Las ventas de hardware y de software para Commodore 64 fueron disminuyendo desde principios de la década de 1990, dando paso al Amiga, los compatibles PC y la invasión de las consolas. Pero desde principios de este siglo muchos de sus antiguos usuarios, que vivieron con intensidad la época dorada del sistema, volvieron con cierta incredulidad a revivir sus añoradas experiencias, viendo cómo el ordenador de su infancia tenía una segunda vida, ahora con las facilidades que aporta la modernidad, la comunicación entre usuarios mediante foros y la aparición de herramientas que simplifican enormemente procesos que anteriormente eran engorrosos. Esto ha reavivado el interés por el Commodore 64 y ha dado pie a la creación de cantidades impensables de software y hardware que hubiesen hecho las delicias en nuestra juventud, totalmente inimaginables por entonces. El material que sale a diario es casi inabarcable, y no nos referimos solo a juegos, sino también a gráficos, músicas, demos y utilidades que no permiten que nos aburramos jamás.
Podemos montar un Commodore 64 desde cero con piezas actuales y con la seguridad de que tendremos un equipo para muchos años más, y pinchar cartuchos para conectarlo a internet por wifi o cargar volcados de cinta o disco. O, si queremos reparar un equipo original, tenemos a nuestro alcance repuestos del chip de turno que haya dejado de funcionar. Es fácil además encontrar foros en castellano, blogs y páginas que dedican su tiempo a recopilar información o salvaguardar material, enseñarnos a programar o presentarnos las novedades que van saliendo.
La escena española de desarrolladores de juegos goza además de muy buena salud. Programadores, grafistas y músicos como R. International, Laddh, Errazing, Zub, Narcisound, Darro99, Herrera 64, Javier Couñano, Equinoxe, Reidrac, Dozznar, Baron Ashler o el mismo Bieno que coescribe este artículo, no dan tregua con un lanzamiento tras otro, y grupos como Commodore 64 Club se atreven a traducir y a editar en castellano lanzamientos de gran proyección internacional como Sam’s Journey.





Kong (Sputnik World, 2021), Bugs Inc (Darro99-Lobo-Narcisound, 2022), Naddando (Commodore Spain, 2020), Petaco’5 (Errazking, 2016) y Randoom (Pícaro Games, 2021)

Mazinger Z (Zub-Errazking-Gryzor87-MarinaNT, 2018)

Torreoscura (Commodore Plus, 2020)
Dro Soft
Dro Soft siempre ha tenido un lugar especial en el corazón de los usuarios de Commodre 64, sobre todo en sus inicios. Ellos se encargaron de importar muchos de los primeros títulos de Electronic Arts, traducían íntegramente sus instrucciones y en ocasiones los textos del propio juego, y nos entretenían durante la carga de la cinta con melodías sorprendentes que explotaban el SID. Dro Soft fue creada por los integrantes del grupo de música Aviador Dro, que no se cortaron en usar el PETSCII Art y en adaptar varias de sus canciones más famosas para hacer más amenas las cargas. Así nos lo cuenta la teclista del grupo, ArcoIris, seudónimo de Marta Cervera: “Aviador Dro se fundó en 1981 y Dro Soft en 1984. Ambas compañías tenían los componentes del grupo como socios, además de algunos amigos nuestros, que también lo eran. Entre ellos estaban los hermanos Hernández Rodero, muy apasionados con todo esto. Manolo Orcera era el programador de Dro Soft. La música, como os imagináis, no se componía expresamente para el juego, sino que se adaptaba. De esto en la mayoría de ocasiones me encargaba yo, con unas partituras sencillas, porque nuestras posibilidades técnicas eran muy limitadas, y luego él se encargaba del resto. Poner las músicas en la carga fue idea suya […] Creo que pusimos varios temas, no solo el Baila la guerra, sino que me suena haber adaptado Programa en Espiral”. Una pequeña investigación nos ha permitido establecer esta relación: "Programa en espiral” está en la intro de Archon, “Vortex” en One on One y Golf Construction Set, “Autoduelo” en Desactivadores y Racing Destruction Set, “En equipo” en El Reino de lo Imposible y “Baila la guerra” en Skyfox. Aquellos primeros títulos de Dro se comercializaban en una carpeta de cartón parecida a la que utilizaba Electronic Arts en Estados Unidos para vender las ediciones en disco, aunque no todos los juegos en carpeta de Dro tienen canciones de Aviador Dro: solo estos, los referidos más arriba.

Algunas de las pantallas de carga que Dro Soft adaptó con su propia música y logotipo
La popularidad del Commodore 64: no eludimos la polémica
¿Cuál es la causa de la disparidad de opiniones y de los encendidos debates que surgen en torno a la popularidad del Commodore 64 en España? Los usuarios no se ponen de acuerdo, los desarrolladores aluden a la facilidad para convertir juegos entre ordenadores con procesador Z80 y a la rentabilidad para justificar la posible primacía de estos. Vamos a intentar dar algunas claves sobre el asunto, preguntando en primer lugar a los comerciantes.
One Way Software nace en diciembre de 1986; Pablo Crespo y Miguel Ángel Villas, dos de los fundadores, nos ofrecen su punto de vista como tenderos, como ellos mismos se denominan. Pablo: “El Commodore 64 era uno de mis favoritos, me gustaba más que MSX o Amstrad, pero era quizá el que menos vendía en nuestra tienda, por detrás incluso de MSX. El problema del Commodore 64 es que estaba peor distribuido: desde su lanzamiento sufrió un márketing muy malo porque invertían poquísimo, y la distribución era pésima”. Miguel Ángel concuerda más o menos con Crespo: “Es que los Commodore eran los ordenadores preferidos de Pablo, y por eso culpa al márketing [risas]. La idea que tengo, sin tener cifras concretas, es que Spectrum y CPC vendían a la par, y que por cada cien unidades de Spectrum y CPC, se vendían unas veinte o treinta de Commodore 64 y MSX, aunque dependía mucho del título. Los lanzamientos gordos hacían variar esa proporción. Por otro lado, los títulos que no salían en Spectrum/CPC aparecían en C64, y muchos de los que salían en cartucho en MSX solo estaban en MSX, así que la comparación habría que hacerla con juegos como Butragueño, que apareció al mismo tiempo en las cuatro plataformas. Lo que sí puedo decir es que los juegos que salían para C64 eran siempre buenos, no había juegos malos como en los otros”. ¿Por qué crees que en vuestra época ya habían desaparecido o ya no tenían tanta presencia distribuidores minoritarios como ABC Software, Serma o Compulogical? “La labor de esas compañías tenía sentido mientras no había distribución oficial. Sobrevivieron importando juegos cuando no había otra cosa, y a veces sus programas llegaban aquí meses después de que empezaran a venderse en Estados Unidos o Inglaterra. Desaparecen cuando Erbe empieza a editar juegos semanas después de su lanzamiento en el país de origen, independientemente de la bajada de precio a 875 pesetas”.

Gasto en publicidad (en miles de pesetas) de las primeras marcas de ordenadores. Fuente: Repress/AC Nielsen, publicado en número 20 del Boletín de Noticias interno de Amstrad España (julio de 1989)
Para continuar con la investigación, nos ponemos en contacto con otro actor que participó desde el lado de los retailers. Luis Expósito trabajó en la sección de microinformática de El Corte Inglés (ECI, en adelante) de Novo Centro, en Valencia, entre 1982 y 1992, llegando a ser jefe del departamento. Los ordenadores domésticos comenzaron vendiéndose en tiendas especializadas, pero hacia mediados de la década de los ochenta se convirtieron en un electrodoméstico más, casi en un producto de masas y el grueso de la facturación se trasladó a las grandes superficies. Nos interesa saber qué era lo que más facturaba en aquellos primeros años, y cómo evolucionó el interés del público. ¿Qué era lo más popular entre 1982 y 1983, los ZX81, los VIC-20, los Dragon, los Spectravideo, quizá los Osborne que llegó a distribuir ECI?: “había muy poco que vender por entonces. La estrella era el Sinclair ZX 81, de 1K de RAM, y, en menor medida, el Commodore VIC 20, de 5K. El Osborne llegó después, junto a varios Atari que nadie quería”. Le contamos a Luis que otros tenderos afirman que Commodore tenía un problema con la distribución y el márketing: “Commodore no tenía ímpetu en cuanto a la planificación de sus campañas publicitarias, eran escasas y tristes. En ECI se apostó fuerte por Sinclair, sobre todo por los Spectrum, algunos de cuyos modelos fueron fabricados por Investronica, filial de ECI”.
Al principio había un montón de distribuidoras, las mencionadas ABC Soft, Ventamatic y compañía; da la sensación de que todo eso desaparece coincidiendo con el auge de las ventas, la entrada de MSX y CPC y la bajada de precios. Tenemos la impresión de que en torno a 1985 el Commodore 64 vendía muy bien, a la par o casi a la par que Spectrum, pero que fue una víctima de la bajada de precios igual que todas esas casas minoritarias. Javier Couñago, en un interesantísimo artículo en Commodore Spain donde expone los datos que ha obtenido sobre las ventas del Commodore 64 en una investigación que puede presumir de una objetividad encomiable, se hace eco de que la participación de Commodore en el parque español de ordenadores era del 20% en 1985 (Juan Agustín Sánchez, Tu Micro Commodore). Pero desaparecen los que vendían juegos de C64, y como consecuencia el C64 pierde cuota de mercado: preguntamos a Luis Expósito si esto le parece una hipótesis muy descabellada: “Estás en lo cierto. Apenas distribuíamos cartuchos para el C64, aunque cintas de cassette de juegos, muchas. Y algunos programas educativos y de utilidades. Erbe y MCM coparon ventas de juegos en detrimento de otras distribuidoras. El caso de Dro Soft fue distinto, pues fue absorbida por Electronic Arts”. Nos ponemos un poco más duros: la relación entre ECI e Investrónica está clara, pero ¿Amstrad/Indescomp compraba de alguna manera el favor de los vendedores de ECI, y puede que también de otros centros como Pryca? ¿Hacían regalos para que se promocionaran más los CPC y los Spectrum?: “Desconozco si en Pryca y Continente hacían regalos a sus jefes de sección. A los de ECI nunca. El primer y casi único regalo que recibí yo fue una Sega Mega Drive en 1991. Eso sí, las compañías acudían a cursos de formación de mandos y vendedores de ECI o realizaban presentaciones de producto. Commodore creo que no cuidó ese aspecto. Por cada Commodore 64 que se vendía en mi centro, salían diez Spectrum y dos o tres MSX, y luego Amstrad CPC arrasó. El público que adquiría C64 era más adulto que el de otros ordenadores de la época. Commodore tenía un prestigio como marca de ordenadores, [pero] no supieron contactar con los adolescentes para crear una demanda provechosa”.

Publicidad de Commodore 64 en Ordenador Popular número 21 (1983)
Otro “chaqueta”, como se llaman a sí mismos los vendedores de El Corte Inglés, confirma las palabras de Luis (en este caso, es un extrabajador del centro de Puerto Banús de Málaga): “a nosotros la marca nunca nos daba comisión. La comisión la fijaba y la daba cada centro de El Corte Inglés. A ti lo que te interesaba era vender, y te daba igual que fuera más caro o más barato, porque lo que buscabas era la máxima satisfacción del cliente para evitar devoluciones. No salía a cuenta calentarle la cabeza a un cliente para que se llevara algo más caro, si luego te lo iba a devolver dentro de los quince días de plazo. Intentabas colocar lo que sabías que se iba a vender bien, aunque otro factor a tener en cuenta era la garantía de postventa. Porque sabes que vas a tener que cambiar productos fuera de los quince días de prueba. Los vendedores siempre teníamos una lista de marcas en la cabeza, y sabías quiénes te daban menos problemas a la hora de devolver la mercancía defectuosa. Un producto más caro podía dejar más comisión, pero si su fabricante ponía más pegas con las unidades que daban problemas, preferías dirigir al cliente a algo más barato cuyo fabricante pidiera menos papeleo. Si un chaqueta tiene que vender un ordenador, no va a colocar uno cuyo fabricante va a dar por culo con la garantía, o con el servicio técnico”. Parece que José Luis Domínguez, dueño de Indescomp, y el jefe de compras de El Corte Inglés, Enrique Gallego, tenían una relación muy estrecha, que el señor Gallego valoraba muchísimo que el proveedor o fabricante asumiera esas devoluciones, y que Domínguez no tenía problemas en aceptarlas. Respecto a los cursos de formación, este vendedor nos cuenta que “eran jornadas de la Fundación Ramón Areces, o del Instituto de Estudios Ramón Areces. ECI pagaba el billete de avión y el hotel en Madrid, pero no te explicaban técnicas de ventas, no eran cursillos teóricos, sino charlas de los distribuidores donde exponían sus productos, te comían la cabeza con ellos”.
Aquí es cuando nos ponemos al habla con Andreu Ibáñez, que entró en Microelectrónica y Control como responsable de soporte técnico, para convertirse en Jefe de Producto de Amiga cuando Commodore se hizo con las riendas, y, más adelante, en Director Técnico. Andreu recuerda que la comercialización del Commodore 64 alcanzó un pico gracias a un acuerdo con La Caixa, que a cambio de un depósito a plazo fijo regalaba el ordenador: “Ese fue el gran momento de ventas, que curiosamente no fueron a través de distribuidores y si de una genial operación de marketing conjunto. Obviamente, el Commodore 64 tenía un precio superior y se vendía menos que las otras marcas que mencionas. Menos ventas, menos movimiento de mercado en software, periféricos, etcétera”.
Una pequeña investigación acerca de los precios de los microordenadores nos lleva a consultar una de las revistas de cabecera para los aficionados de aquella época, Ordenador Popular. En el número 26 de junio de 1985, los redactores llegaron a hacer una comparativa entre diferentes micros en cuanto a sus prestaciones, software y hardware disponible, documentación, diseño, lenguajes y PRECIO. El Commodore 64 se situaba en un rango intermedio, entre los equipos más baratos (Spectrum, Oric, Dragon, Atari y Commodore 16), que costaban unas 10.000 pesetas de media menos que los C64, y los equipos más caros (Spectravideo, MSX, Amstrad, Apple y Einstein), 10.000 pesetas más caros que el C64 como mínimo.
Intentando afinar más, hemos buceado en una montaña de papel conformada por viejos números de Ordenador Popular, Ordenador Personal, Personal Computer y Tu Micro publicados entre 1983 y 1988, y hemos obtenido algunas conclusiones. La primera, que Indescomp desarrolló una agresiva campaña de precios que implicaba que los modelos de la gama CPC se rebajaban todos los meses (un Amstrad CPC 464 con monitor de fósforo verde se podía comprar 74.900 pesetas en abril 1985, pero para julio de ese año costaba solo 64.900), que perjudicaba a los distribuidores especializados: en sus anuncios mantenían un PVP superior al del fabricante, hasta que a mediados de 1985 dejan de publicar los precios, suponemos que a causa de esta deflación permanente que solo podía dar lugar a quejas de los clientes. La segunda, que según Sinclair fue renovando sus modelos (Spectrum+, Spectrum 128) y la RAM se hizo más asequible, su precio también cayó drásticamente, y más aún cuando Alan Sugar anunció la adquisición del negocio de Clive Sinclair (en 1986) y aparecieron los +2/A/B/+3, que competían en el rango más bajo. En tercer lugar, la gran bajada de precios de los Commodore tuvo que esperar a 1987 y se produjo a raíz de la compra de uEC por Commodore, como detalla Javier Couñago en el enlace citado más arriba. La lucha por ofrecer un producto barato fue encarnizada, y se llegó al punto de que un Commodore 64C con lector de cintas, joystick y un cartucho costaba 28.600 pesetas en 1987 en Pryca, frente a las 28.700 de un Spectrum +2 con joystick y un pack de juegos, en el mismo comercio. Couñago finaliza su análisis con la estimación grosso modo de que Commodore vendió más de 500.000 equipos entre 1977 y 1993 en el Estado español (no le es posible desglosar por familias).

Comparativa de precios en Ordenador Popular número 26 (junio de 1985)
Como cuarta conclusión de nuestra incursión en la hemeroteca, sacamos la impresión de que ciertamente los productos de Commodore se promocionaron menos que los de la competencia. Es abundante la publicidad de Dynadata, Dragon, Oric, Einstein, Indescomp (Amstrad y Spectravideo), Investronica, Philips, Tatung, Sony, los clónicos de Apple e incluso Newbrain, mientras que en los números pivotales de 1985, uEC se concentra en dar a conocer la gama de Commodore PC (PC 10), y de forma muy limitada.
Así que, por último, cuestionamos a Andreu acerca de las carencias que apreciaban los retailers en el marketing, la distribución y la concienciación en las tiendas: “[esto último] me parece algo infundado, ya que yo personalmente, y mis compañeros del departamento de soporte de uEC, hicimos multitud de sesiones de formación al canal de ventas, a los que mencionas y muchos más. Tampoco podemos comparar los recursos que tenía uEC con los que trajo Commodore, ya que se ampliaron y especializaron todas las áreas mucho. […] Respecto al marketing, puede ser, pero sería un tema de recursos. Ya sabes que Commodore se trajo al director general de Amstrad a casa... Algo habrían hecho bien. Era un tema también de estructura de la multinacional, un momento clave fue cuando se centralizó el márketing en Europa, en Frankfurt. En vez de haber diez filiales y un número indeterminado de distribuidores dando palos de ciego, se concentraban recursos y se entregaban a todo el mundo. Y otro momento álgido fue con la invención de los packs, que vino de la mano de Commodore UK, donde David Pleasance hacía un trabajo excelente”.






Navy Moves (Dinamic, 1988), La Aventura Original (Aventuras AD, 1989), Don Quijote (Dinamic, 1987), Metropolis (Topo Soft, 1989), Livingstone Supongo (Ópera Soft, 1987) y Fred (Indescomp/Quicksilva, 1984)
Este artículo no tendría el contenido que aparece publicado sin la inestimable ayuda de Marta Cervera, Pablo Crespo, Miguel Ángel Villas, Luis Expósito, Andreu Ibáñez, José Velo, Carlos Elido, María Pelegrín, Merche de Hériz, Roberto Martín, Mauricio Muñoz, Alejandro Sánchez Cubel y Alejandro Valdezate.